GENTES,
COSTUMBRES, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE
CASTELLÓN:
Por: JUAN E. PRADES BEL,
"Pragmátic" ("Espigolant Cultura": taller de historia, memorias y patrimonios).
(Sinopsis): RECORDAR TAMBIÉN ES VIVIR…
(Temáticas):
DATOS PARA LA HISTORIA DE TORREBLANCA.
"LOS ZARAGOZA ("SARAGOSSÁ"), ILUSTRE PROGENIE DE TORREBLANCA, Y LA TREPIDANTE VIDA DE UN HIJO
MATERNO DEL MUNICIPIO, EN MANUEL MARTÍ ZARAGOZA (EL DEÁN MARTÍ)".
Escribe:
JUAN EMILIO PRADES BEL.
INTRODUCCIÓN: Manuel
Martí Zaragoza nació el 19 de julio del año 1663 en Oropesa (Castellón), fue bautizado e inscrito como
Manuel José Vicente Martí Zaragoza, era hijo de José Martí, que era el batlle (alcalde) del Señorío de Oropesa del Mar (Orpesa) y de
María Zaragoza de Torreblanca, hija de una importante familia terrateniente de este municipio. Manuel Martí quedo huérfano de madre al poco de nacer, y su infancia la pasó en el municipio de Torreblanca (Castellón), fue criado por su abuela materna y tutora que tenía a cargo a Manuel Martí, viviendo en la casa familiar, muy posiblemente esta casa podía estar ubicada en la calle San Jaime y podría ser la correspondiente al nº 14, que fue una de las casas principales de los Saragossa, este inmueble fue reformado en el año 1702, y es la que posteriormente en el siglo XX seria conocida como la "Casa del Señor Lluís" (Luis Martí). El joven Manuel Martí nacido en 1663 permaneció en Torreblanca hasta cumplir la edad de diez años, momento en que en 1673 le trasladaron de internado a un colegio de Castellón para cursar estudios superiores.
- Manuel
Martí y Zaragoza fue en su vida un importante intelectual y destacado ilustrado de su época, era eclesiástico,
prebendado de oficio, canónigo, escritor, poeta, helenista, epigrafista,
arqueólogo, anticuario y humanista, y Deán de Alicante, donde Martí presidía el
Cabildo de la catedral y tenía a su cargo el cuerpo de eclesiásticos
capitulares y el orden de la iglesia catedral y la colegiata.
BIOGRAFIA
DE MANUEL MARTÍ ZARAGOZÁ (DEÁN MARTÍ), HIJO MATERNO DEL MUNICIPIO DE TORREBLANCA: D. Antonio
Mestre Sanchís para la Real Academia de la Historia: Manuel Martí Zaragoza (1663-1737), El Deán de
Alicante. Nació en Oropesa del Mar (Castellón), nació el 19 de julio de 1663 – fue óbito en Alicante, el 21 de abril de 1737. Canónigo y helenista. Su padre formaba parte del servicio del conde
de Cervellón, señor de Oropesa, como batlle. Siendo pequeño, murió su madre y
el padre contrajo segundas nupcias. De este segundo matrimonio nacieron
numerosos hijos, con quienes Martí nunca mantuvo cordiales relaciones. Quizás
por orfandad, aprendió las primeras letras en Torreblanca, en casa de la abuela
materna, hasta los diez años, en que se trasladó a Castellón, donde estudió
Latín bajo la dirección del prestigioso maestro de Gramática, Miguel Falcó,
admirador de Sánchez de las Brozas y autor de Syntaxis Compendia (1677). En el
curso 1678- 1679 ingresó en la Universidad de Valencia, en la escuela tomista,
con Vicente Esteve como profesor, aunque en sus años maduros no guardaba un
buen recuerdo de sus profesores, tanto de Filosofía como de Teología (Marona,
Prats). No parece haber sido un alumno aplicado en las aulas. Por un lado,
confesó que aprendió a leer griego por su cuenta, cotejando un texto bilingüe
de Hesiodo y que marchó a Roma porque no encontró profesores que le enseñaran
la lengua, cuando en realidad había dos profesores de Griego en la Universidad
de Valencia. Por otro, formaba parte de las academias literarias que pululaban
en la ciudad (Alcázar, Parnaso), donde se representaron algunas de sus comedias,
hoy perdidas, pero cuyos títulos responden al ambiente del teatro calderoniano.
En
ese sentido, la única obra poética del momento, que hoy se conoce, Soledad
(1682), expresa la influencia de Góngora. Martí presumió siempre de su “estro”
poético, también en latín y en italiano.
Los
primeros versos latinos conocidos pueden leerse en una obra en honor de su
maestro Falcó (Castalia, 1682). Pero, apenas llegado a Roma en 1686, publicó su
Amaltea geographica en veinte cantos, que había compuesto en Valencia. Los diez
años de residencia romana de Martí fueron intelectualmente muy intensos:
estudios históricos, participación en academias literarias, amistad con hombres
de letras, trabajos filológicos. Con motivo de una inundación del Tíber,
compuso una "Elegia latina" (1688), que hizo llegar al cardenal español José
Sáenz de Aguirre, a quien solicitó que lo aceptase como comensal y
bibliotecario. Aguirre aceptó el ofrecimiento y le encargó la preparación de la "Collectio maxima conciliorum Hispaniae et Novi Orbis" (1693-1694). La obra salió
bajo el nombre y la responsabilidad del cardenal, aunque años después Martí
manifestó su criterio negativo respecto a las tradiciones jacobeas (aceptadas
por Aguirre). Como Nicolás Antonio había muerto dejando inédita la "Bibliotheca
Hispana Vetus", los herederos buscaron el favor de Aguirre para su edición y el
cardenal encargó a Martí el trabajo, y así se convirtió en el responsable de la
edición aparecida en Roma en 1695-1696. Dadas las relaciones del cardenal, que
era benedictino, con los maurinos de París, Martí pudo conocer las obras
básicas de la metodología histórica crítica, especialmente "De re diplomatica" (1681) de Jean Mabillon.
Hombre
inquieto, Martí formó parte de la Arcadia, la famosa Academia romana que
pretendía restablecer el gusto literario corrompido, a juicio de los
componentes, por el Barroco. Claro que no todos los miembros estaban animados
de la misma actitud intelectual.
Con
el nombre académico de Eumelus Olenius, formaba parte del grupo afín a las
ideas de Gianvincenzo Gravina, napolitano, historiador del derecho y
considerado un “descreído” por los más pacatos. Resulta evidente que Martí
estaba rodeado, tanto por clérigos como por seglares, que sentían antipatía
hacia la Compañía de Jesús. La divergencia entre los grupos intelectuales se
manifestó con violencia, cuando monseñor Sergardi fue publicando unas Satyrae
en que zahería fundamentalmente a Gravina. Martí salió en defensa del amigo con
el "Satyromastix" en que, basado en textos latinos clásicos, demostraba la
ignorancia de Sergardi. Gravina, agradecido, le dedicó el "Dialogus de lingua
latina ad Emmanuelem Martinum".
El "Satyromastix" fue la obra que le hizo famoso entre los grupos cultos de Roma.
Desde esa fama se explica que fuera miembro de otras Academias, Infecundi o
Dogmatica, y, sobre todo, que fuera invitado a pronunciar discursos latinos,
tanto en actos eclesiásticos (Orationes pro eligendo Summo Pontifice) como en
academias de ocio y esparcimiento.
Para
estas circunstancias de recreo y exhibición de ingenio escribió su trabajo más
conocido, "Pro crepitu ventris", que sólo vio la luz pública después de su muerte
y que ha sido traducido a numerosos idiomas.
Aunque
Gravina fue el amigo más íntimo, Martí gozó de la amistad de otros hombres de
letras. Fabretti, famoso por las visitas a las catacumbas y su obra sobre las
inscripciones latinas; Zacagni, bibliotecario de la Vaticana que le encargó la
traducción del griego al latín de las "Rapsodias de Eustacio a la Ilíada de
Homero"; el cardenal agustino Enrico Noris que defendió la ortodoxia de san
Agustín frente a las teorías jansenistas; Bianchini de cuyos estudios sobre el
cómputo pascual hizo partícipes a los novatores valencianos (Corachán y Tosca),
interesados por los problemas cronológicos.
Finalmente,
en Roma inició una serie de trabajos filológicos; unos, finalizados, como la
traducción al latín de un epigrama griego encargado por Fabretti; otros, apenas
iniciados, como un Etymologicon, en que pretendía completar el publicado por
Vosio, pero que en España no podía finalizar por falta de la bibliografía
apropiada; el interés por recoger una serie de epigramas griegos que años
después, ya en España, analizaría con detenimiento.
Dada
la capacidad intelectual de Martí, sus servicios eran pretendidos por el duque
de Medinaceli, embajador de Carlos II ante la Santa Sede, con claras
discrepancias con el cardenal Sáenz de Aguirre. Al ser nombrado virrey de
Nápoles, Medinaceli quiso llevar consigo a Martí como su bibliotecario. Pero el
joven clérigo logró superar el enfrentamiento del aristócrata y el cardenal,
consiguiendo del papa Inocencio XII el nombramiento de deán de Alicante (1696).
Pasó a residir la prebenda eclesiástica y se ordenó de presbítero, pero no pudo
resistir el ambiente cultural de una pequeña ciudad, castillo militar y, en esa
fecha, sin Universidad. Se sentía asfixiado y en 1699 trasladó su residencia a
Valencia, “por parecerle que en aquel charco, por ser mayor, podría nadar más
libremente y que encontraría su genio mayores ventajas”.
Así entró
en contacto con los novatores valencianos, que se reunían en el palacio del
marqués de Villatorcas (José Castelví y Alagón): los matemáticos Tosca y
Corachán, o el historiador Miñana. En 1702 visitó Sagunto, hizo excavar el
famoso teatro y tomó las medidas.
Pero
antes de redactar el estudio sobre el teatro saguntino, la vida de Martí dio un
cambio radical. El duque de Medinaceli, que había deseado sus servicios en
Roma, lo llamó a Madrid (1704) y le confió los tesoros numismáticos y la rica
biblioteca que poseía.
Fueron
los años más felices del deán: abundancia de libros, interlocutores interesados
en la cultura humanista (el nuncio Zondadari y su hermano), corresponsales
eruditos (Juan Interián de Ayala, marqués de Mondéjar). Fueron también los años
más fecundos en su vida intelectual: tradujo las Rapsodias de Eustacio, redactó
su estudio sobre el teatro saguntino (1705) y sobre la Antología Griega (1706),
ambos en forma de carta a Zondadari, y el tratado De animi affectionibus
(1708), que vieron la luz pública muchos años después.
Esa
tranquilidad duró poco porque la Guerra de Sucesión destrozó su mundo: le
obligó a interrumpir el De animi affectionibus, que nunca más quiso acabar,
provocó el destierro y la posterior muerte de Medinaceli; la muerte de su padre
ante el avance de las tropas borbónicas hacia Barcelona después de la batalla
de Almansa, la presencia de los ejércitos austríacos en Madrid y la
recuperación borbónica... En fin, peligros personales, destrucción familiar y
de los mecenas. Con la muerte de Medinaceli, heredó las propiedades el marqués
de Priego (Nicolás Fernández de Córdoba), que carecía tanto del interés
cultural como de la sensibilidad artística de su predecesor.
De
cualquier forma, en el verano de 1711, Martí trasladó su residencia a Sevilla,
donde vivió en la Casa de Pilatos, estudió los monumentos conservados (estatuas
romanas e ibéricas, entre las que sobresalía una consagrada a Isis), excavó el
anfiteatro de Itálica y compró numerosas monedas que abundaban en Andalucía.
En
1715 regresó a Madrid. Acababa de morir el bibliotecario real (Gabriel Álvarez
de Toledo) y, por consejo del marqués de Villena (el fundador de la Real
Academia Española), fue propuesto como sucesor.
Pero
la acusación de austracista y anti-jesuita dio motivo al rechazo del padre
Daubenton que, como confesor del Monarca, era el director de la Real
Biblioteca.
Que
era antijesuita, no hay duda, y sus acusaciones estaban centradas en la
responsabilidad de la Compañía en la decadencia de las lenguas clásicas. El
asunto de su austracismo es más complejo. Tuvo amistad con borbónicos y con
partidarios del archiduque, si bien la protección del conde de Cervellón,
exiliado en Viena, su sentido crítico, los desplantes a políticos y, sobre
todo, algunos párrafos contra los franceses, frecuentes en sus cartas, lo
hicieron pasar por partidario de los Austrias. Martí abandonó la Corte, arregló
los asuntos del deanato en Alicante y embarcó hacia la Ciudad Eterna en mayo de
1717. No deja de llamar la atención que, en esas fechas de preparativos para su
viaje a Italia, iniciara una interesante correspondencia con el maurino
Bernardo Montfaucon y el británico residente en Algeciras John Conduith. En
esas cartas se trasluce el desencanto cultural, como expresaba en su
correspondencia con una frase que resultaba enigmática a sus coetáneos: malus
quidam Hispaniae genius, al ver el interés de los extranjeros por el pasado
cultural hispano y la despreocupación de los españoles.
La
correspondencia con Montfaucon, iniciada en Madrid, continuó durante los meses
en que vivió en Alicante. El maurino francés, famoso por su Paleographia graeca
y por la edición greco-latina de san Juan Crisóstomo, solicitaba ayuda para su
ambiciosa obra, Antiquité expliquée. Martí conoció la empresa por medio de
Langladio, médico de la Corte, y envió sus trabajos de arqueología: sobre el
teatro de Sagunto, el anfiteatro de Itálica y la estatua ibérica de Isis. En
Roma encontró de nuevo al antiguo amigo Gravina, que murió en sus brazos a
principios de 1718. Parece que la actividad más importante desarrollada en los
meses de residencia romana fue el estudio de la numismática, propiciada por la
amistad con Sabattini, y el frecuente contacto con las monedas le produjo una
grave enfermedad ocular que constituyó una tragedia en su vida. Por lo demás,
tampoco las circunstancias políticas eran propicias porque, con motivo de las
guerras provocadas por Alberoni, Felipe V decretó la salida de todos los españoles
de Roma. Martí abandonó la Ciudad Eterna en octubre de 1718 y, después de un
accidentado viaje, llegó a Alicante en diciembre, para no abandonar su
residencia en el deanato.
Las
relaciones culturales continuaron después de su regreso de Roma en un interesante
intercambio epistolar con el marqués Scipione Maffei a quien envió monedas e
inscripciones que fueron utilizadas, en parte, por el italiano, y un siglo
después por Hübner en su monumental obra sobre la epigrafía hispanoromana.
De
cualquier forma, la relación con los hombres de letras de su entorno fue más
importante. Un humanista napolitano, residente en Alicante como superintendente
de Felipe V, fue su apoyo más eficaz.
Se
trata de Felipe Bolifón, que tenía un hermano (César) en el círculo de la
nunciatura y de la diplomacia vaticana. Ambos hermanos procuraron editar la
Apasterosis (1722), bello poema latino en que Martí cantaba la conversión en
estrella del baúl que lo había acompañado en sus viajes. Pero realmente la
fortuna del deán fue la correspondencia y amistad de Gregorio Mayans, que le
proporcionó noticias literarias, soportó sus impertinencias y, sobre todo,
publicó, pese a los obstáculos puestos por el mismo Martí, su obra básica:
Epistolarum libri duodecim (1735), financiada por los embajadores del Reino
Unido (Benjamín Keene) y de la República de Génova (José Octavio Bustanzo), que
iba acompañada de Emmanuelis Martini, ecclesiae alonensis decani, vita, escrita
por el mismo Mayans. La edición era reducida pero la belleza literaria del
latín hizo que el humanista holandés Wesselingio solicitara del embajador Keene
la reedición de Epistolarum libri duodecim, que apareció en Ámsterdam en 1738.
Esta
edición, más cuidada que la madrileña, y que venía aumentada con Pro crepitu
ventris oratio, difundió el nombre y la fama de Martí por toda Europa como un
gran latinista y conocedor de la lengua griega. Aunque la obra estaba escrita
en un latín clásico, no pasó desapercibida. Martí manifestaba en frecuentes
lugares una actitud crítica ante el desprecio de autoridades políticas y
eclesiásticas, intelectuales, religiosos y de la misma sociedad española, ante
la cultura y estudios clásicos. En consecuencia, suscitó duras censuras, tanto
de los escolásticos, como de los nacionalistas. En este último sentido, en
España escribió Ignacio Luzán una carta latina, bajo seudónimo, acusando a
Martí de “español desertor”, aprovechándose de la campaña contra Mayans por
haber publicado la Censura de historias fabulosas de Nicolás Antonio. Pero, sin
duda, la reacción más curiosa tuvo lugar en México. Antonio Carrillo de Mendoza
era un joven clérigo que tenía buenas relaciones con Martí desde la residencia
en Andalucía y consolidada en Roma. Cuando comunicó su intención de marchar a
México, recibió el consejo del deán: continúe en Roma donde posee bibliotecas y
maestros. “Pero quizás vas allí para librarte de los estudios, bajo la
instrucción y la disciplina de los indios. ¡Los mejores maestros, por
Júpiter!”. Era la crítica a la decadencia española, ya conocida, que extendía a
los territorios de ultramar. Pero la crítica despertó una ola de entusiasmo
nacionalista entre los mexicanos. La Bibliotheca Mexicana, iniciada por Eguiara
Eguren y continuada por Beristáin, García Icazbalceta y Toribio Medina, se
convirtió en una apología del estado intelectual de los mexicanos de su tiempo
y en la reivindicación de las aportaciones culturales de los indígenas
anteriores al descubrimiento. Ese entusiasmo se manifestó en la dedicatoria
(Arce y Miranda) de los sermones del mismo Eguiara, en el discurso de apertura
de curso en la Universidad de México (Campos y Martínez, 1745) o en la Llave
del Nuevo Mundo (J. M. Félix de Arrate, 1761). Las reivindicaciones
indigenistas estaban basadas fundamentalmente en los estudios de Lorenzo
Boturini que, en su Idea de una Nueva Historia General de la América
Septentrional (1746), aplicaba las teorías de Vico a la historia mexicana, y
fueron asumidas por muchos jesuitas. Pero todas estas reacciones, así como la
provocada por los escolásticos (Vicente Calatayud) o de los humanistas (Juan de
Iriarte), fueron posteriores a su muerte, ocurrida el día de Pascua de 1737,
como consecuencia de una infección renal.
OBRAS ESCRITAS POR MANUEL MARTÍ ZARAGOZA: "Soledad," Valencia, 1682; "Amaltea Geographica, sive de rerum copia. Opus miscellaneum
in viginti elegias divisum", Roma, 1686;" De expugnatione Budae", 1687 (ed. de P.
Boronat, Valencia, 1899); "Silva de Tyberis alluvione", Roma, 1688; aportaciones
incluidas en N. Antonio, Bibliotheca Hispana, Roma, 1695-1696; "Notae in
Theocritum", 1691 (ed. en Cuadernos de Filología Clásica, 11 (1976), págs.
19-52; L. Gil, Estudios de humanismo y tradición clásica, Madrid, Editorial de
la Universidad Complutense, 1984, págs. 315- 346]; "Fastos" (1691), sólo
publicado "Iulius en Arcadum carmina", Roma, 1757; "Satyromastix, sive
castigationes criticae in Sectani satyras, quae olim Romae, larvato satyro
adulo, impune grassatae sunt in optimos viros et honestissimas foeminas, anno
nimirum 1693-1694", auctore et vindice [...] (inéd.); "De poculis veterum" (c. 1694,
desapar.); "Pro crepitu ventris" (c. 1695, Madrid y Ámsterdam, 1738); "Amorum" (c.
1694, impreso sólo un poema, “Ad Camillam”, ed. de P. Boronat, 1899); "De re
coquinaria" (c. 1695, desaparecido); "Etymologicon linguae latinae" (antes de
1696, inéd.); "Amonio, Opusculum de similibus et differentibus vocabulis", trad.
al latín de Manuel Martí (década de 1690, desapar.); “Cartas del deán Martí conservadas en
el Archivo Municipal de Alicante” (escritas en 1696), en Boletín de la Sociedad
Castellonense de Cultura (1965), ed. de V. Martínez Morellá; De theatro
saguntino, escrito en forma de carta al nuncio Zondadari, 1705, publicada por
Montfaucon (1722) e incluida en "Epistolarum libri duodecim"; "Anthologia graeca",
1706, en forma de carta a Zondadari en incluida en "Epistolarum"; "De animi
affectionibus", 1708 e incluida en Epistolarum; "In Curionis Synopsin Historicam" (contra Ferreras, 1716), ed. de P. Boronat, Valencia, 1899; "Apasterosis, sive
in astrum conversio elegia", Madrid, 1722 (trad. al castellano ed. de J. Pérez
Durá, 1972); “Apuntes autobiográficos” (1732-1733), ed. de L. Gil, en Boletín
de la Real Academia Española, 58 (1978), págs. 47-101; "Ferdinandi Ruizii
Villegatis Burgensis quae exstant opera, E. Martini [...], studio emendata, que
incluye la vida de Villegas y la dedicatoria Iuventuti Hispanae", Venecia, 1734; "Epistolarum libri duodecim", Madrid, 1735, y Ámsterdam, 1738; G. Mayans y
Siscar, Epistolario III, Mayans y Martí, edic. de A. Mestre Sanchis, Valencia,
1973; "Correspondencia entre Martí y Bolifón", ed. J. F. Pérez Durá, Alicante,
1979.
Bibliografía:
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vita, Madrid, Joannem Stunicam, 1735 (reimpr., Amsterdam, 1738; ed. de L. Gil,
texto lat.-cast., Valencia, texto lat.-cast. con notas de L. Gil, 1974); V.
Ximeno, Escritores del reyno de Valencia, vol. II, Valencia, Oficina de Joseph
Estevan Dolz, 1747-1749, págs. 251-256; L. Ontalvilla (P. Boronat), El deán
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relaciones con Europa: De Vives a Mayans, op. cit., págs. 181-214; J. M.ª
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sobre Gregorio Mayans (Valencia-Oliva, 6 al 8 de mayo de 1999), Valencia, 1999,
págs. 197-214; P. Pérez García, “Martí y Europa”, en Estudis, 27 (2001), págs.
153- 198; N. Bas Martín, “Manuel Martí y el reformismo ilustrado italiano de
finales del siglo XVII”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CXCIX
(2002); A. Mestre Sanchis, Manuel Martí, el deán de Alicante, Alicante,
Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2003.
Investigación histórica: D. Antonio Mestre Sanchís para la Real Academia de la Historia.
(CONTINUARA).
ARCHIVO:
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+FEUME FER BATISTE SARAGOSSA 1589+, inscripción en fachada, posible casa consistorial, en la calle Bonaire de Torreblanca. |
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Torreblanca, calle San Jaime. |
(CONTINUARA).